El origen de la cuarta revolución industrial
La cuarta revolución industrial ya está aquí y no hay marcha atrás. Si queréis saber el origen este nuevo cambio de paradigma y cuál es su relación con las anteriores revoluciones industriales, este es vuestro post.
Hace unos días os hablamos de cómo la transformación digital está cambiando nuestro paradigma de consumo actual en cualquier ámbito, incluido el sector de los seguros. Un nuevo escenario con unas nuevas normas al que se han sumado empresas e instituciones, que está introduciendo nuevos e innovadores avances tecnológicos en nuestro día a día. Pero, tal y como os contamos, este nuevo avance de la sociedad no podría entenderse sin otros capítulos anteriores de la historia. Ahora veréis el porqué.
Si echamos la vista atrás y pensamos en la traducción más tradicional del término «revolución industrial», seguramente nos vendrán a la cabeza conceptos como el tren de vapor o los procesos de industrialización que se desarrollaron gracias a la introducción de la electricidad. Un concepto acertado, por supuesto. De hecho, esa idea de revolución industrial marcó el inicio de la edad contemporánea.
Sin embargo, el concepto más moderno de «revolución industrial» es más amplio. Se identifica con la aparición de «nuevas tecnologías y nuevas maneras de percibir el mundo que impulsan un cambio profundo en la economía y en la estructura de la sociedad». El pionero de esta nueva forma de entender las cosas es el Dr. Klaus Martin Schwab, fundador del Foro Económico Mundial (WEF) y autor del libro The Fourth Industrial Revolution (La Cuarta Revolución Industrial). Así, según la teoría del Dr. Schwab, actualmente estamos viviendo la cuarta revolución industrial.
Cada revolución industrial vivida ha representado profundos cambios en la sociedad. Inicialmente, las comunidades agrícolas contaban con una vida muy activa. Pero gracias a la introducción de la máquina de vapor las ciudades comenzaron su desarrollo. Este hecho, que marcó en inicio de la primera revolución industrial, contribuyó a la introducción de la producción mecánica. Fue un antes y un después para la industria náutica (barco de vapor) y ferroviaria (tren de vapor). Como consecuencia, se genero un éxodo de habitantes en busca de nuevas oportunidades laborales. Las fábricas se habían convertido en el nuevo centro de la vida comunitaria.
Unos años más tarde llegó la segunda revolución industrial (sobre 1870), la era de las innovaciones técnicas. Una revolución que se centró, sobre todo, en nuevas fuentes de energía como el gas, el petróleo o la electricidad, así como mejoras sustanciales en otros aspectos como los sistemas de transporte (avión y automóvil) o las comunicaciones (teléfono y radio). El pensamiento científico crecía, lo que supondría un importante avance para las propias fábricas. Comenzaba la era de la producción en masa, y con ella los principios de la internacionalización de la economía. Lo que supuso la base de la globalización y un (todavía mayor) éxodo de la población.
Más recientemente, en la segunda mitad del siglo XX, comenzó la tercera revolución industrial. Una revolución que, por primera vez, se iba a centrar es aspectos puramente tecnológicos. Un nuevo cambio en la forma de entender nuestro día a día que se asentó sobre las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC). Esta es la era de internet y de los dispositivos conectados. Pero también lo es de la innovación en energías renovables. Dos aspectos muy importantes que con un gran potencial conjunto.
Ahora, en 2020, llega el momento de hacernos algunas preguntas. ¿Qué tienen en común las revoluciones que acabamos de citar? ¿Qué es lo que viene ahora? Recapitulemos. La primera revolución se centro en las fábricas y en el éxodo de personas a las ciudades con la introducción de la producción mecánica. La segunda revolución llegó, entre otros sitios, a esas mismas fábricas con la incorporación de la electricidad. Y con ella llegaron los sistemas de producción masiva. Y, por último, la tercera trajo consigo las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (TIC) para procesar, administrar y compartir la información mediante diversos soportes tecnológicos. Por tanto, las dos primeras fueron puramente industriales y la tercera digital.
¿Y ahora qué? Pues parece que ha llegado el momento de combinar todos estos desarrollos conseguidos hasta ahora para impulsar la cuarta revolución industrial. Una revolución que cambiará de forma radical nuestra forma de entender las cosas y que, en palabras del DR. Klaus Martin Schwab, «no se define por un conjunto de tecnologías emergentes en sí mismas, sino por la transición hacia nuevos sistemas que están construidos sobre la infraestructura de la revolución digital (anterior)».
Según relata el propio Dr. Klaus Martin Schwab, «estamos al borde de una revolución tecnológica que modificará fundamentalmente la forma en que vivimos, trabajamos y nos relacionamos. En su escala, alcance y complejidad, la transformación será distinta a cualquier cosa que el género humano haya experimentado antes».
Y es que, tal y como os contamos en el post sobre la transformación digital, el cambio que se está experimentando es tan rápido y profundo que trae consigo el peligro de que mucha gente se quede fuera de juego (tanto trabajadores como consumidores). Uno de los motivos es que las fábricas inteligentes serán las autenticas protagonistas de este nuevo modelo. Conectadas a través del internet de las cosas, serán capaces de tomar decisiones descentralizadas o con los humanos a lo largo de toda la cadena de valor. Un hecho que, además, podría terminar con millones de puestos de trabajo.
Ahora queda por ver cómo introducimos este cambio en nuestras organizaciones para que todo el mundo pueda adaptarse a tiempo o, como mínimo, buscar un camino alternativo y más accesible.
¿Están preparados para este cambio algunos sectores tan tradicionales como los seguros? ¿Qué opináis?